jueves, 10 de mayo de 2012

Quieta...


Quieta, sin mover siquiera el aire a su alrededor. Había asentido el encuentro, pero en cada avance, el temor le seguía los pasos, las ideas, el final desconocido y por sobre todo el desarrollo inexperto. Sentía que las caricias le bordeaban hasta las más escondidas curvas del cuerpo, no expresaba gesto alguno…  Todo pensamiento generaba un concierto de dudas cuestionadas, las cuales no ayudaban…  sólo creaban más dudas. Todo iba muy rápido.

La ropa ya estorbaba, había que deshacerse de ella. Él desapego los labios unos instantes, observo la blusa. Sin mucho cuidado la desabotono y desprendió del cuerpo tembloroso, dejando a la vista una pálida piel. Sin obviar la nula complicidad de su acompañante hizo lo mismo con él. Lucia un torso que carecía de grandes formas, poseía una  talla justa, espalda ancha, brazos firmes.

Fue ahí cuando el tiempo para ella pareció ir mas lento, recordó haberlo visto tantas veces así, después de los partidos de básquet y jamás le había producido algo más allá que un rubor de mejillas. Y ahora… tan cerca, a la espera de sus titubeantes manos.

Muy despacio levanto sus brazos, entrelazando uno sobre el cuello de él y el otro quedando a medio camino, justo sobre el pecho. Quiso acercarse un poco más, pero él se adelanto, reanudo los abrumadores besos, caricias rápidas, sin cuidado. Ella creyó no poder resistir mas, junto sus labios, bajo los brazos y volvió a la postura inicial. No levanto su cabeza, él se detuvo. 

Al cabo de unos instantes, ninguno de los dos resolvió decir palabra…  Él la observo, noto que algo no andaba bien, trato de relajarse.  Levanto la ropa del piso, se fijo que a la blusa le faltaba un botón, la apretó. Tuvo el gesto de colocársela y noto que los hombros le tiritaban. Poco a poco guio sus brazos entre las mangas, la acomodo, no tuvo el valor de abotonarla.

Aun sin hablar, ambos terminaron de colocarse las ropas. Ella salió de la habitación, solo se escucho el cierre de la puerta. Él tuvo la intención de seguirla, dio algunos pasos y una diminuta razón lo detuvo. Aquel botón blanco en el suelo