lunes, 21 de noviembre de 2011

en sus manos el tiempo se había quedado estampado, los cuarenta años ya eran algo mas que cifras, le pesaban las posibilidades perdidas, las historias inconclusas, las mentiras olvidadas y el vientre virgen. Y se miraba ahí sentada donde siempre, esperando al enamorado eterno, aquel que no pasaba mas allá de ser un encuentro casual y puramente carnal. no recordaba como se había permitido ser la mujer tras la cortina, mas bien el escurridizo antojo de un hombre ya casado.

Ay! Esther ¿estabas aun para esas cosas? la adrenalina de los encuentros fortuitos se había convertido en la mas agria mañana, al no haber nadie en el otro lado de la cama, el arreglarte para él había perdido toda magia, el romance caduco con el paso del tiempo. Y  es que ahora ya nada era igual, ni los paseos en la playa, ni las caricias al terminar el día, ni la invitación de besos para hacerte caer en la cama, nada era como antes, nada de eso quedaba, sólo un acto sexual vacío. ¿entonces por que lo haces? ¿ miedo a la soledad tal vez?

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